Autor Tema: Los Montes Obarenes (Burgos)  (Leído 1959 veces)

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Los Montes Obarenes (Burgos)
« en: 30 de Septiembre de 2012, 17:41:01 pm »


Recorrido: 16 Km
Duración: 5 h 

Los montes Obarenes constituyen el limite meridional de la Cordillera Cantábrica. Su relieve de grandes estructuras calizas, a modo de inmensa muralla, ha ejercido desde siempre como frontera geográfica y humana. Se puede considerar al desfiladero de Pancorbo como puerta de la Meseta Norte. Por este estrecho paso han entrado y salido de Castilla, casi todos los pueblos que han hecho su historia: culturas prehistóricas, romanos, visigodos, musulmanes, repobladores y peregrinos medievales, un sin fin de gentes que, aún hoy, utilizan el desfiladero como vía de comunicación.

Hay que comenzar a caminar atravesando el pueblo de Pancorbo, que con su estructura longitudinal, responde al tipo de pueblo de camino. Emplazado a la entrada del desfiladero, del mismo nombre, para vigilar y defender una importante vía de paso, gozó sobre todo durante la Edad Media de una gran prosperidad. Es necesario mencionar su aljama en la que vivían un numeroso grupo de ricos comerciantes judíos.

Una vez que hemos salido del pueblo por la antigua carretera y después de pasar unas edificaciones en ruinas, encontramos un camino a la izquierda, que lentamente asciende hacia lo alto de la montaña. Pronto se deja otro camino a la izquierda y se llega a la altura del repetidor de televisión situado sobre la peña del Mazo. Desde el borde de dicha peña se divisa un espléndido panorama. Muchos metros más abajo aparece el estrecho desfiladero, con las distintas vías de comunicación que lo atraviesan -carretera, ferrocarril y autopista-, y el pueblo en el que todavía se pueden observar las ruinas de un castillo que fue romano, visigodo, musulmán y que en el siglo IX, conquistó y defendió de los mismos árabes, el primer conde de Castilla Diego Rodríguez.

Continuamos la marcha por una zona rocosa en la que sólo crecen algunos ejemplares de sabina negra (Juniperus phoenicea). De pronto, el paisaje cambia bruscamente y ante nuestros ojos se abre la Llanada de Miranda, cruzada por el río Ebro. También son distintos los materiales y las rocas del terreno y la vegetación del entorno. Al llegar a una bifurcación en una zona en la que aparecen arenas amarillo-rojizas del Cretácico, hay que tomar el camino de la izquierda. El camino separa dos tipos bien diferenciados de bosque. A un lado aparece el pino silvestre, que ha sustituido artificialmente al bosque autóctono de haya (Fagus sylvática) y a la derecha encontramos un denso bosque formado por quejigos y roble albar, mezclados con híbridos de estas dos especies.

El brusco cambio en la cubierta vegetal, se debe entre otras causas, a que las laderas orientadas al norte reciben más nítidamente las influencias climatológicas de la llamada provincia atlántica; mientras que la cara sur de los montes Obarenes -encarada hacia la Bureba- pertenece a la región mediterránea.

El camino que inicia ahora un suave descenso, sigue flanqueado por una tupida vegetación. En algunos puntos son visibles los restos del primitivo bosque caducifolio de hayas. Después de atravesar dos minas de arena llegamos a la entrada del desfiladero formado por el arroyo de la Galena. Antes de introducirnos en esta estrecha garganta rocosa, hay que dejar a la izquierda un camino.

En ese largo cañón de más de dos kilómetros, se localiza una variada comunidad vegetal. Encinas, robles, hayas, .arces, tilos, avellanos, olmos, quejigos, hiedra y boj ven favorecido su desarrollo por el microclima que reina en el interior. Distintas especies de aves viven y anidan en los escarpes rocosos. Varios ejemplares de buitre, una pareja de águila perdicera y dos de halcón peregrino. También son abundantes los cuervos y las chovas.

Justo a la salida del desfiladero, encontramos una impresionante obra de ingeniería: el camino medieval que aprovechando una antigua calzada romana, comunicaba Encio con Frías. Hay que coger el citado camino hacia la izquierda.

Este paseo discurre durante unos tres mil metros por la bien conservada construcción en la que destacan sus contrafuertes -levantados con sillares de piedra-, que en algunos puntos superan los cinco metros de altura.

Al descender ostensiblemente de altitud se nota un cambio rotundo en el paisaje vegetal y en el acompañamiento sonoro. Entre las dominantes encinas y carrascas encontramos una gran variedad de pájaros forestales: zorzal común, pinzón, chochín y petirrojo, a los que se suman mirlo, cuco, paloma torcaz, mosquiteros, papialbo, currucas y carbonero común.

Después de sobrepasar el pueblo abandonado de Obarenes, dejamos la antigua vía por un camino que parte hacia la izquierda y que nos acerca a la pequeña aldea y a su renombrado monasterio benedictino.

Santa Maria de Obarenes, fue fundado sobre un antiguo eremitorio, que se remonta al año 867. Llegó a tener muchas posesiones y fue muy favorecido por el rey Alfonso VIII. Como muchos otros centros monásticos burgaleses, fue abandonado como consecuencia de la desamortización de Mendizabal. El visitante se encuentra con las ruinas de una iglesia gótica de finales del siglo XIII y con una bonita puerta de entrada al convento de estilo renacentista. Sus ilustres piedras sirven hoy cómo aprisco para las ovejas. Se sale de Obarenes, pueblo que da nombre a toda la cadena montañosa, por un sendero bien marcado, que conduce de nuevo al camino, por el que hemos venido desde Pancorbo. Ya sólo queda regresar de nuevo por este camino y completar la ruta.