Autor Tema: Ribadelago Nuevo-Laguna de Carros-Pico de Bubela-Ribadelago Nuevo (Zamora)  (Leído 2834 veces)

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Distancia: 5,99 Km
Desnivel máximo: 343 m
Ascenso acumulado: 354 m
Descenso acumulado: 342 m
Fecha track: 6-9-2007

DIFICULTAD: Baja, adecuada para cualquier senderista medianamente acostumbrado a andar.
TIPO DE TERRENO: Caminos bien marcados y senderos. Tan solo en algún punto hay que prestar atención para no confundirnos.
HORARIO: De cuatro y media, a cinco horas de andar.


Si por algo se caracteriza la comarca de Sanabria es por la profusión de lagos y lagunas que pueblan sus valles y sierras; comenzando por el homónimo Lago de Sanabria, el mayor de origen glaciar que podemos encontrar en la península Ibérica y continuando por la Laguna de los Peces, de las Yeguas, Truchillas, y una multitud más, que hacen de esta tierra el más importante conjunto lacustre de origen glaciar de la península ibérica, si excluimos los existentes en la Cadena Pirenaica.

En la excursión que aquí se propone tendremos la oportunidad de conocer la principal de estas formaciones, la que constituye el ya mencionado Lago de Sanabria, cuya imponente presencia nos acompañará durante toda la marcha, y otra laguna mucho más modesta y desconocida; la Laguna de Carros. Si además tenemos el acierto de elegir el Otoño o la primavera para realizar esta excursión, podremos disfrutar de la belleza de uno de los mejores bosques que he tenido la oportunidad de conocer.

Nuestro punto de partida será Ribadelago Nuevo, población que tiene su origen en el desastre que supuso la rotura, en la década de los cincuenta del pasado siglo, de la presa de Vega de Tera, aguas arriba de la garganta del mismo nombre, y que provocó la destrucción parcial del pueblo de Ribadelago Viejo, así como la muerte y desaparición de muchos de sus habitantes. A raíz de este suceso se construyó el nuevo núcleo de población, con un gusto mas que dudoso y aplicando unos criterios estéticos más propios de Torremolinos que de una aldea de montaña.

En cualquier caso, para olvidar este horror urbanístico solo tendremos que aparcar nuestro coche en la plaza del pueblo y comenzar a andar por la calle que nace frente a la iglesia y que se dirige ladera arriba. A los pocos metros, esta calle se convierte en un ancho camino y se bifurca en dos; el ramal de la izquierda, señalizado con marcas amarillas, será el que usaremos para nuestro regreso, pero mientras tanto, debemos coger el de la derecha, que con considerable inclinación nos llevará en pocos minutos hasta un depósito de agua.

Nuestro camino no tiene pérdida posible, estando como está, rodeado por un bosque de una densidad tal, que hace casi imposible que podamos abandonarlo. Así, entre castaños, avellanos y sobre todo robles, o Carballos, como los llaman por estas tierras, iremos cogiendo altura en sucesivos zig-zag.

A los cuarenta minutos de marcha, aproximadamente, el camino se vuelve menos claro, hasta convertirse en una senda, si bien en ningún momento se hace difícil de seguir. De esta forma, llegaremos, en algo menos de una hora, desde que comenzamos a andar, a un cruce de caminos que será clave a la hora de regresar.

En este cruce podemos ver que la senda por el que veníamos se une a un ancho camino que de izquierda a derecha sube por la ladera de la montaña. Tomaremos este camino en sentido ascendente, el cual, en unas cuantas revueltas mas, pasará al lado de un amplio prado.

Es en este punto donde debemos abandonar nuestro camino, para atravesar el prado en busca de un sendero, que al fondo del mismo, y hacia nuestra izquierda, nos llevará hacia el collado que ya podemos observar en esa dirección. En caso de duda podemos dejarnos guiar por las señales amarillas que desde el cruce que mencionamos en el párrafo anterior, hemos ido encontrando cada cierto tiempo.

 Una vez localizado el sendero al fondo del prado, debemos dirigirnos hacia el marcado collado que se abre hacia el Este, y que nos dará paso a la pequeña vaguada que alberga la Laguna de Carros. Desde el pueblo hasta la misma laguna habremos tardado aproximadamente hora y media.
 
Esta laguna, aunque de pequeñas proporciones, es de gran belleza, sobre todo si la visitamos en época de lluvias, cuando estará en su plenitud. Justo encima de ella, y a poca distancia, se encuentra el Pico Bubela, el cual es posible visitar, sin que esto suponga demasiado esfuerzo.
 
Sin embargo, para llegar a su cumbre no es muy aconsejable intentar subir directamente desde la laguna, salvo que, como buenos masoquistas, nos guste dejarnos la piel en la maraña de arbustos que defienden el pico. En lugar de esto, es mejor retroceder hasta el collado anterior a la laguna y desde allí, por sendero balizado en amarillo, ascender por la ladera en dirección oeste.
 
Pronto dejaremos atrás el bosque y nos daremos cuenta de que nos estamos alejando de la cumbre, pero atajar es imposible, salvo que, de nuevo, queramos ver nuestra piel marcada de arañazos, gracias a la generosa vegetación. En vez de esto, es aconsejable parar de vez en cuando para admirar el inmenso paisaje que se abre ante nosotros.
 
Cuando, por fin, lleguemos a lo mas alto de la loma, nos encontraremos en los Altos de Bubela. Para llegar al pico del mismo nombre, solo nos queda cambiar de dirección y recorrer hacia el Este el cordal, prácticamente horizontal, sobre el que nos encontramos. No existe camino, aunque si multitud de sendas abiertas por el ganado, que nos serán de bastante ayuda.
 
Nuestra cumbre del día, unida a los Altos de Bubela, por un collado poco marcado, realmente no está formada por un único pico, sino por tres, separados entre sí, por un prado encharcado y completamente llano. El más alto, y al que nosotros subimos, fue el más cercano, de los dos situados al norte. Este está formado por un conjunto de bloques rocosos superpuestos, que apenas nos requerirán del uso de las manos, para llegar hasta su cima. Desde la laguna de Carros hasta aquí habremos tardado de una hora a una hora y media de marcha.
 
Las vistas son una verdadera recompensa a nuestro esfuerzo; hacia el norte toda la Sierra de la Cabrera y Sierra Segundera, con la Cumbre de Peña Trevinca, destacando entre las demás. Mas cerca de nosotros el Cañón del Tera, y a nuestros pies, el lago de Sanabria, del que podremos admirar sus impresionantes dimensiones. La laguna de Carros, también bajo nosotros, a su lado no parece mas que una pequeña charca.
 
Hacia el Sur se abre el valle de Sotillo, con su impresionante cascada, que a pesar de la lejanía venimos viendo (y oyendo) desde que llegamos a los altos de Bubela. Con toda seguridad las vistas de este valle serán mucho mejores desde el Pico Sur, bastante mas agreste que este sobre el que nos encontramos, aunque, cuando nosotros hicimos esta excursión, la falta de tiempo nos impidió subirlo.
 
Una vez hayamos descansado y disfrutado del paisaje, solo nos quedará deshacer el camino andado, hasta el cruce sobre el que llamamos la atención durante nuestra ascensión desde el pueblo. En este punto no tomaremos el sendero que usamos anteriormente para subir hasta aquí, sino que continuaremos por el ancho camino por el que ahora estamos bajando, mucho más marcado y que pronto, tras el rellano en el que se encuentra el cruce, vuelve a descender de forma decidida.
 
Hay un punto en el que una flecha amarilla nos indica que abandonemos el camino por nuestra izquierda. No hay que hacerla caso. En su lugar continuad por nuestra senda, que a partir de este punto, completamente abandonado y cubierto por una especie de techo de vegetación, parece mas bien una torrentera, incómoda por la cantidad de piedra suelta y la inclinación que tiene. No hay de que preocuparse. Pronto llegaremos a un rellano en el que el firme vuelve a mejorar.
 
Hay alguna pequeña subida que puede hacernos dudar que hayamos elegido la dirección correcta, pero pronto comenzaremos a descender de forma decidida hacia las orillas del Lago de Sanabria, que a ratos se deja ver, cuando la espesura del bosque lo permite.
 
Durante la bajada daremos varias vueltas y revueltas, por las zetas que forma el camino, hasta que lleguemos a una pradera cerrada por un murete de piedra, situada en una especie de collado. Al final del muro el camino, gira a la izquierda y comienza la última bajada. Vemos los tejados de Ribadelago muy cerca, para finalmente llegar al cruce que encontramos nada mas comenzar esta excursión. Giramos a nuestra derecha y nos topamos con las primeras casas del pueblo, con lo que daremos por finalizada esta ruta.