Autor Tema: El Valle del Arlanza (Burgos)  (Leído 2242 veces)

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El Valle del Arlanza (Burgos)
« en: 30 de Septiembre de 2012, 17:49:50 pm »


Distancia: 12 Km
Tiempo: 4h

 El Arlanza es el río mitológico por excelencia de Castilla. En sus aguas se reflejaron los rostros legendarios de sus héroes fundadores. Este paseo recorre su curso medio, donde -36.000 años antes de que en sus orillas se empezase a hablar y a escribir el castellano-, vivían grupos de cazadores paleolíticos cuyos restos aparecen en las cuevas y abrigos de la zona. El valle del Arlanza puede ser considerado como una auténtica reserva natural, en la que destacan las numerosas colonias de buitre leonado, la rica vida de sus aguas y riberas y los magníficos bosques de sabina albar.

Este sector del valle del Arlanza es una de las zonas con más atractivos naturales de la provincia de Burgos. Hay que emprender el camino siguiendo la senda que discurre paralela al río Arlanza y que nace junto al puente de la carretera. En la primera parte del recorrido, va a ser el río -situado siempre a la izquierda-, nuestra principal referencia.

El sendero se introduce rápidamente en el sabinar, formación boscosa casi omnipresente en la zona. La sabina albar (Juniperus Thurifera) es un árbol de hoja perenne, de tamaño mediano, aunque en el valle del Arlanza se pueden encontrar sabinas de veinte metros y con casi tres metros de diámetro. Tiene una copa densa de forma cónica o redondeada y su color es verde oscuro. Sus hojas son escamosas y sus frutos son bolitas azuladas que encierran de dos a seis semillas.

Su nombre científico, Thurifera, significa "productora de incienso" ya que su madera es muy aromática y desprende un olor resinoso agradable, que impregna el ambiente que las rodea. En algunos puntos del sabinar aparecen ejemplares aislados de encina. Gineta, gato montés, corzo, jabalí y tejón son algunos de los mamíferos que viven en este bosque.

Muy pronto y tras acompañar al río en una pronunciada curva, se localiza -en la otra orilla-, un impresionante espigón calcáreo en cuya cima están situadas las ruinas de la Ermita de San Pedro. A media altura de la roca es visible la entrada de la llamada Cueva de la Ermita. En ésta y en la vecina Cueva Millán, los arqueólogos han encontrado los restos -raederas, puntas, bifaces y cuchillos de sílex- pertenecientes a varios grupos de hombres musterienses. También junto a estas industrias líticas han aparecido los restos de los animales y peces que cazaban y pescaban estas gentes hace 37.000 años, durante el Paleolítico Medio: caballo, ciervo, rebeco, cabra montés, búfalo, pantera, lobo, castor, truchas y anguilas.

La Cueva de la Ermita es conocida así mismo como Cueva de San Pelayo. En ella -según nos cuenta la leyenda-, cuando el joven conde Fernán González se perdió cazando, le fue profetizado por el anacoreta Pelayo, su futuro glorioso como fundador de un reino. El aspecto mitológico de la figura de Fernán González se ve reforzado por el hecho de que en su niñez, fuese ocultado y educado por un carbonero en los montes de Arlanza. Estos dos sucesos entroncan a nuestro personaje. con casi todos los héroes y fundadores de religiones y reinos, ya sc trate de leyendas germánicas o de historias de Oriente.

Tras pasar por debajo de un centenario nogal, descubrimos al otro lado del río las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza. que fue fundado por el mismo conde y construido sobre antiguos restos romanos y visigodos.

Después de recorrer unos trescientos metros por la senda paralela al Arlanza. hay que rodear una peña caliza para continuar el camino. Una vez atravesada su parte más estrecha, el valle se abre en unas espléndidas perspectivas. A mano derecha una escarpada ladera cubierta de sabinas, aparece culminada por la abrupta cresta de Peñaísa: a la izquierda se divisan las estribaciones de la sierra de las Mamblas. Todas estas estructuras (leí relieve pertenecen al complejo mesozoico que bordea la sierra de La Demanda.

El sendero, después de vadear el arroyo de la Estacada, discurre entre el sabinar y el sotobosque de la ribera. Este bosque de galería está formado por chopos. fresnos, sauces y alisos, estos últimos son fáciles de reconocer por sus frutos. parecidos a pequeñas pinas.

En las mimbreras y cañizos de las orillas se refugian distintas aves acuáticas: anades, pollas de agua, cercetas, porrones y patos. Es posible y recuente sorprender pescando en las aguas del Arlanza alguna garza real. Estas aves tienen cerca de un metro de altura, su plumaje es gris y su pico largo y amarillento. El vuelo es de batidas lentas. con la típica silueta de garza, cuello recogido y patas extendidas hacia atrás.

A la derecha en la ?masa de calizas compactas del Cretácico, se abren dos pequeños vallejos. En el segundo, más profundo y escarpado. tienen instaladas sus colonias los numerosos buitres leonados (fue pueblan el valle. Si no queremos alterar gravemente los hábitos de estas aves carroñeras, es mejor no acercarse a sus buitreras. Es todo un espectáculo ver a los buitres ascender majestuosos. aprovechando las corrientes de aire. Desde gran altura escudriñan sus territorios, buscando con su aguda vista los cadáveres de animales con los que se alimentan. En estos cortados también tienen sus nidos varias parejas del escaso alimoche.

Para continuar el camino hay que ascender por el primer y más pequeño de los vallejos. Aprovechando un gran cono de deyección -acumulación de pequeñas piedras de caliza y marga-, se sube hasta lo alto de la peña. A la derecha encontramos una grieta que permite acceder a la cima de la gran cresta.

Arriba se debe tomar una vereda que a través de un bosque mixto de sabina y encina conduce a un bien marcado camino. Cogemos éste a la derecha y después de andar algo más de un kilómetro, se alcanzan las tenadas de Valdelacasa. Algunas de estas edificaciones, que servían para guardar las ovejas, están construidas con tal pericia y maestría que merecen ser catatogadas y conservadas como arquitectura popular.

Desde lo alto de las tenadas, se divisa la meseta de Carazo y el pueblo minero de Contreras.

Tras descender por un nuevo camino abierto en el monte y al llegar a una curiosa choza de pastores semejante a un búnker, el camino gira en un ángulo muy cerrado. Antes de proseguir es posible visitar el cercano desfiladero formado por el arroyo de la Estacada. La garganta se va estrechando paulatinamente hasta permitir solo el paso de las aguas del arrollo, que se precipitan hacia su cercana desembocadura en el Arlanza.

Seguimos el camino y después de cruzar el riachuelo por un puente de troncos, a la altura de una primera bifurcación, hay que tomar el camino de la derecha. Tras recorrer unos mil metros sin desviarse, míos encontramos con un nuevo cruce de caminos. Primero se elige el de la derecha y a unos veinte metros cogemos el de la izquierda. Este nuevo camino se bifurca a su vez en otros dos, en este punto hay que tomar el que queda a la derecha.

Ya sin ningún problema y descendiendo por el término conocido como Cuevaburgos, pronto se alcanza la carretera, muy cerca del puente en el que comenzó el recorrido.