Autor Tema: Tierras de Lara (Burgos)  (Leído 1644 veces)

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Tierras de Lara (Burgos)
« en: 01 de Octubre de 2012, 18:50:57 pm »


Distancia: 9 Km
Tiempo: 4h

 

La ruta comienza en el camino que parte de la carretera de Mambrillas a Campolara. Este sendero era utilizado para llegar a un antiguo molino harinero. A la derecha tenemos el arroyo de San Juan, que vierte sus aguas en el cercano río Arlanza.

Antes de alcanzar el molino, hay que atravesar un singular bosque de sabina albar. La sabina es un árbol que se adapta perfectamente a los suelos duros y secos de la zona, posee un tronco grueso con una copa densa y ramificada y sus hojas perennes y escamosas son de color verde oscuro. Estos árboles son una reliquia del pasado y sus bosques sólo se encuentran en algunas zonas calizas del sur de Burgos y en la vecina provincia de Soria.

Al llegar al molino, se toma la senda que corre paralela a su azud y que, internándose por un desfiladero en el que la naturaleza se conserva como hace miles de años, nos acerca hasta la presa del cauce molinar. Tras cruzar ésta hay que coger el sendero que otra vez discurre paralelo al arroyo de San Juan, situado ahora a nuestra izquierda.

Si se presta un poco de atención, podemos encontrar dispersos por el terreno, algunos restos fósiles de moluscos -conchas e improntas-, pertenecientes al Cretácico, con más de cien millones de años de antigüedad.

La fauna de Lara es muy rica y variada. Además de los mamíferos entre los que destacan, tejones, ginetas, corzos y jabalíes, abundan los buitres leonados, los alimoches y las águilas real y perdicera.

A la altura de una pequeña cascada que forma el arroyo, es fácil localizar a la derecha un camino bien marcado que enfila hacia el pueblo de Lara de los Infantes. Ante nosotros se alza el Picón de Lara, con las ruinas de su castillo en lo alto. Después de recorrer unos 500 metros, llegamos a una pequeña pista asfaltada, que pronto hay que abandonar para retomar el antiguo camino de Lara.

El origen de esta localidad se puede remontar a la época prerromana, cuando un grupo de turmódigos -uno de los pueblos celtibéricos que habitaban el norte de la meseta-, descendió desde los castros cercanos para asentarse en el llano.

 También los romanos vivieron en Lara e hicieron de ella un importante hito en las vías de comunicación que unían la importante ciudad de Clunia con el norte de la Península. En muchas de las casas de Lara, aparecen -utilizados como materiales de construcción-, estelas, lápidas, columnas y capiteles de época romana.

Según los arqueólogos, Lara es la ciudad que mayor documentación de carácter epigráfico ha proporcionado en la meseta y una de las mayores de la Península. Cerca de 200 estelas funerarias con representaciones y escenas muy variadas, entre las que destacan las de oficios, caza y mitología.

Antes de salir de Lara de los Infantes, podemos admirar su iglesia románica, con su ábside y su portada de la primera mitad des siglo XII y en la que se denotan claras influencias silenses.

Para ascender al Picón de Lara, hay que llegar hasta el depósito de aguas del pueblo y continuar la subida, por alguna de las numerosas sendas, que llevan hacia las ruinas del castillo de los condes de Lara. Fundado por Gonzalo -padre de Fernán González- y Finderico, a comienzos del siglo X, sus escasos restos no reflejan la importancia que tuvo durante toda la alta Edad Media.

Capital de un amplio alfoz, sus limites se extendían por una buena parte de Castilla. Sus condes trataban de tú a tú, a los reyes de la época y las hazañas de sus habitantes inspiraron, la famosa leyenda de los Siete Infantes de Lara, y el no menos conocido Poema de Fernán González.

Desde el Picón se puede acceder fácilmente al poblado celtibérico, situado en el término de la Muela, del que aún se conservan los restos de una muralla.

Con un pequeño esfuerzo y un poco de atención ascendemos hasta el castro de Peñalara, un auténtico castillo natural, perteneciente a la primera Edad del Hierro y entre cuyos restos destaca un fondo de cabaña circular de grandes dimensiones.

Desde arriba del castro puede contemplarse un espléndido panorama, en el que destacan las altas cumbres de la sierra de La Demanda, rodeadas por extensas formaciones rocosas de tipo subalpino, entre todas sobresale la peña de Carazo.

En su descenso el camino nos lleva directamente al pie de lo que en nuestros días se conoce como la Ermita de Quintanilla de las Viñas y que no es más que la cabecera de la Basílica de Santa María, levantada en el siglo VII, por algún noble visigodo. Entre sus restos se conservan unos relieves de gran calidad.

Tras admirar esta joya del arte hispánico hay que acercarse hasta el pueblo de Quintanilla de las Viñas, siguiendo una pista asfaltada.. Para volver al punto de partida se debe tomar el camino que lleva al molino de Quintanilla. Este camino parte de las inmediaciones de la iglesia parroquial del pueblo.

Una vez en el molino, nos encontramos de nuevo con el arroyo de San Juan. Desde este lugar, ya sólo queda descender su curso, para llegar al inicio del recorrido.