Autor Tema: La Sierra de Neila (Burgos)  (Leído 1889 veces)

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La Sierra de Neila (Burgos)
« en: 30 de Septiembre de 2012, 18:27:04 pm »


Distancia: 12 Km
Tiempo: 4h30
 

Este paseo se inicia en el mismo Neila y más concretamente en su barrio de San Miguel. Aún se puede percibir en sus centenarias casonas y en los restos románicos de sus iglesias la importancia que tuvo este pueblo durante muchos siglos. Neila fue un rico centro ganadero ?llegó a tener cerca de 40.000 cabezas de ganado ovino?, controlado por La Mesta. Todavía viven algunos de los lugareños que todos los años bajaban con sus ovejas hasta Extremadura, realizando el rito secular de la trashumancia.

Se sale del pueblo por la pista forestal que lleva a Villavelayo y que discurre paralela al río Neila. Tras cruzar el arroyo del Prado del Valle, se ven los restos de un pequeño puente que seguramente tiene un origen romano, ya que por aquí pasaba la vía que enlazaba Neila con la calzada romana -Tritium Magallum-Uxama-. Tras seguir la pista y, antes de cruzar un nuevo arroyo, el de Riajuara o de la Pauleja, dejamos un camino que sale a la derecha. A unos cien metros y sin atravesar el río Neila, hay que tomar la pista que, partiendo a la derecha, nos va a llevar hasta el valle del río Frío.

Etimológicamente, la palabra "neila" es un término indígena romanizado que viene a significar "corriente de agua". El camino asciende lentamente hasta el collado de río Frío. En esta zona. el paisaje vegetal está formado por pastizales de montaña salpicados por brezos y por tupidas formaciones de escobas o de retama negra (Cystius scoparius ). Este arbusto, profusamente ramificado, que puede alcanzar la altura de un hombre, tiene ramas flexibles y angulosas. Sus flores amarillas son utilizadas para obtener varios alcaloides aplicados en medicina. El nombre científico y popular de este vegetal hace referencia a su empleo para fabricación de escobas.

La pista culmina en un pequeño altotero, desde el que se domina en todo se esplendor la sierra de Neila. Estas elevadas montañas, de más de 2.000 metros, pertenecen al conjunto de la Cordillera Ibérica. Entre sus materiales se encuentran las rocas del periodo Cámbrico, datadas hace 570 millones de años, y que son unas de las más antiguas de la península Ibérica. Su relieve ha sido modelado en tres fases orogénicas distintas y durante los dos últimos millones de años ha sufrido la erosión de las glaciaciones cuaternarias, cuyos restos aún se pueden observar en los distintos circos, morrenas y lagunas.

El camino desciende hacia el profundo valle que el río Frío ha excavado en las pizarras y areniscas del Paleozoico. Enseguida se alcanza la orilla del río, que baja impetuoso desde su cercano nacimiento en las lagunas de origen glaciar de la Oruga y Muñalba.

La cubierta vegetal está ahora constituida por un inmenso bosque de pino albar (Pinus sylvestris), un árbol perfectamente adaptado a las condiciones ambientales -altitud y humedad-, y edafológicas de la zona. En estas auténticas selvas viven muchos mamíferos salvajes, entre los que destaca el lobo, que suele criar en lo más recóndito del bosque, y son abundantes corzos, ciervos y jabalíes.

También son frecuentes en estos montes tejones, comadrejas, turones, ardillas, gato montés, garduña y erizo. Entre las aves podemos destacar algunas rapaces como el águila culebrera, el cernícalo, la lechuza y el búho chico. En los últimos años han invernado en esta sierra varias parejas de garza real.

Una vez junto al río, se puede ascender éste hasta sus fuentes, que distan unos seis kilómetros y que están enclavadas en un paisaje que nada tiene que envidiar a los conocidos y famosos valles alpinos y pirenaicos . Nosotros vamos a seguir el río en su descenso. Para poder encontrar el camino adecuado, hay que volver sobre nuestros pasos unos 200 metros, hasta encontrar un pino aislado a la derecha del camino. Desde este árbol parte una senda que desciende hasta unas antiguas tenadas o tirraus, situadas a la orilla del río.

Entre los pinos es frecuente ver algunos ejemplares aislados de tejo, acebo, haya y serbal de los cazadores. En primavera la sierra de Neila se conviene en un auténtico muestrario de flores de montaña, que salpican los pastizales formados por brezos, árgomas, brecina, helecho y escobas. Seguimos el recorrido por la senda que discurre paralela al curso del río. En sus frías aguas se puede contemplar en los meses de diciembre y enero, el magnífico espectáculo de la freza de las truchas, También es posible encontrar en sus orillas las huellas de alguna nutria (Lutra lutra). Este mustélido, de unos diez kilos de peso y que se alimenta de todo tipo de peces y de lombrices e insectos, es muy difícil de ver por sus costumbres nocturnas y por su cada día más alarmante escasez.

El sendero después de atravesar un espeso retamal, asciende hacia un collado que domina el campo Espirgo, donde desemboca el río Frío en el Neila. Desde este alto se puede observar perfectamente el desfiladero de las Cerradas. En esta cluse tallada por el río en las pizarras arenosas de un anticlinal, la erosión ha configurado un relieve caprichoso, salpicado en épocas de deshielo por varias cascadas.

Desde lo alto del collado descendemos hacia el río Neila por una vereda bien trazada que hay que tomar muy cerca de un árbol solitario. Tras cruzar el río por un puente de piedra, se debe ascender entre un bosque de robles (Quercus pyrenaica ), hasta la pista que, tomada hacia la derecha, conduce hacia las Cerradas. Después de contemplar la estrecha garganta, regresamos sobre nuestros pasos de nuevo al pueblo de Neila.